Un viaje en coche por el oeste siciliano, lo más desconocido de la isla

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Falso templo helenizante del siglo VI AC


Palermo tiene una Estación Central de ferrocarril como tantas ciudades de toda Europa. Desde allí se puede ir al continente y a Catania, la otra gran ciudad siciliana, pero a donde es difícil ir es los lugares cercanos. A Segesta hay un solo tren diario.

 

Recorrer los alrededores en taxi costaría una fortuna, Uber no existe. Realmente solo queda dos opciones alquilar un coche y lanzarse a la aventura o sumergirse en la economía oculta y encontrar a un propio que esté dispuesto a servirle de chófer en su automóvil. Cualquier conserje de hotel o gestor de un apartamento tiene un primo, o una prima, que le hará el servicio a mitad de precio que los de la oferta reglada.


Y merece la pena. El oeste siciliano esta menos explotado turísticamente que el este, donde se concentran, especialmente en Taormina ,los mejores hoteles de la Isla . Las grandes cadenas internacionales no parecen muy interesadas. Lugares tan interesantes como Monreale, Segesta o Castellamare del Golfo tiene muy poco turismo internacional, casi siempre en grupos organizados, algo realmente único en Europa. Los locales se consuelan diciendo muy seriamente que ellos no quieren ser como Mallorca, que solo quieren turismo de calidad, confundiendo deseos con realidad.


Saliendo hacia el norte y aun dentro de la ciudad algunos turistas, los grupos en general las evitan, visitan las Catacumbas de los Capuchinos, en el convento de esa orden, en las que reposan unas ocho mil momias agrupadas por según diferentes criterios, vírgenes, profesiones, niños... Primero, a finales del XVI se embalsamaban solo a los frailes, pero poco a poco la burguesía palermitana le cogió afición al asunto y depositaba allí a sus deudos. La niña Rosalía de dos años fue perfectamente embalsamada en 1920 y aun impresiona por su realismo. Luego paro la costumbre. Es el ejemplo máximo del que podría denominarse turismo morboso de ultratumba. El texto de la entrada recomienda precisamente no entrar: Voi siete quello que noi eravano, noi siamo quello que voi serete .En contra de la costumbre italiana es difícil decir más con menos palabras, a pesar de que el contenido no sea original.


El resto de la mañana lo aprovechamos visitando Monreale, un poco más al norte pero a no más de diez kilómetros. Una pequeña ciudad pegada a una gran catedral, obra maestra de la arquitectura normanda-bizantina y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, con el impresionante conjunto de mosaicos de más de seis mil metros cuadrados que incluyen el apabullante Pantocrator del ábside. La visita se completa con el claustro con centenares de columnas muchas realmente hermosas y el vecino Belvedere desde el que se aprecia una magnifica vista de la ciudad y del golfo.


A una hora en dirección sureste podemos llegar a Segesta para visitar el falso templo helenizante del siglo VI AC que se mantiene en pie con todas sus columnas dóricas y que nos recuerda todas las guerras, o más bien peleas de los habitantes del Mediterráneo: falsos o reales sucesores de los troyanos, fenicios de todo tipo, griegos de Grecia o de sus independientes colonias pasaron por el lugar. Las treinta y seis columnas se alzan altivas en medio de la nada. Caminando kilómetro y medio cuesta arriba -también hay un autobús que hace el servicio- se encuentra el muy posterior teatro, como siempre con vistas al mar. La ciudad, de la que no queda rastro fue destruida tras las diferentes conflagraciones con los de Selenunte, hoy día convertida en uno de los grandes parques arqueológicos de Italia junto con el no lejano Agrigento, pero la visita a esos lugares, en el sur y casi a mitad de camino entre Palermo y Catania exige una dedicación un poco más amplia.


El regreso Palermo debe hacerse, en caso de que las condiciones meteorológicas sean favorables con parada para un almuerzo tardío en Castellamare del Golfo, pueblo de origen pescador rodeado de las mejores playas de la zona y en el que podemos encontrar algunos magníficos restaurantes de pescado con vistas al mar. 


El sitio alcanzó fama local y en Estados Unidos por la razón habitual pero no obligatoria en esa Isla. Diversos grupos llevaron sus luchas locales al Nuevo Continente dando nombre a algunas de las familias más conocidas de los años cincuenta. En esta parte de la isla no hay turismo Internacional de sol y playa, ni hoteles adecuados, ni infraestructuras modernas ni playas que pudieran ser habilitas puesto que en general ya han sido ocupadas por viviendas locales tanto legales como no.


Texto: Ignacio Vasallo

www.gargallo-hotels.com